Eddy Charlez

Soy Eddy Charlez, y esta es mi historia sobre cómo una pasión puede convertirse en una olla a presión a punto de explotar. Desde pequeño, supe que me dedicaría al mundo del DJ. Llevaba CDs grabados por mí a clase para que mis compañeros los escucharan. En casa, ponía los vinilos de mi padre en el plato y hacía como si «scratcheara». Experimenté con softwares de DJ hasta que pude permitirme mi primer equipo. Así comenzó todo, de manera humilde.

A los 18 años, comencé a pinchar en salas de mi ciudad, Zaragoza. Me hice un hueco, siempre aprendiendo de compañeros con más experiencia. Desde el primer minuto, pude ver lo mejor y lo peor de trabajar en la vida nocturna.

Desde el principio, destacé por mi versatilidad a la hora de ponerme delante de una cabina y leer a la audiencia. Siempre atribuí esto a la cultura musical que me inculcaron en casa. Sin embargo, enfrenté un obstáculo inicial: la preocupación de mi familia. Ellos veían más oscuro que claro el mundo de la música y preferirían que tuviera un trabajo convencional de 40 horas semanales. En ese momento, me atormentaba la idea de si estaba tomando la decisión correcta. Afortunadamente, con el tiempo, comprendieron mi elección y ahora me apoyan al 100%.

A los 23 años, gané un prestigioso concurso de DJs en Aragón, el Ambar Z Music. Esto me abrió muchas puertas y me llevó a actuar en mi primer festival, el FIZ. En ese momento, me di cuenta de que no era reconocido por mis compañeros, ni como DJ comercial ni como DJ alternativo. Todavía hoy, tengo la sensación de no encajar completamente en ninguno de esos grupos.

Comencé a tener numerosos conciertos fuera de mi ciudad, y para la mayoría de los DJs, incluyéndome, esto significaba mucho viaje y pasar muchos días lejos de casa. Actuar en pueblos remotos donde te preguntas por qué estás allí, lidiar con personas ebrias, faltas de respeto, y cuestionar si vale la pena. A pesar de todo, seguía adelante porque era mi pasión.

Poco a poco, los síntomas de agotamiento comenzaron a aparecer, resultando en noches con solo dos horas de sueño, café para mantenerse despierto y un estado de ánimo negativo. Experimenté irritabilidad, tristeza y enojo. Sentía que estaba perdiendo la oportunidad de disfrutar de mi juventud y de estar con amigos debido a mi trabajo. Cuando la mayoría de las personas estaban de fiesta, yo tenía que trabajar para que disfrutaran. Y luego estaban las fechas que eran especialmente difíciles, como las Navidades, cenar solo en la habitación del hotel antes de actuar y la soledad de estar lejos de seres queridos.

El agotamiento y la ansiedad aumentaron debido al ritmo frenético de los conciertos. Llegué a tener más de 240 actuaciones al año y luchaba por decir «NO». El cuerpo tiene un límite y si se lo sobrecarga, comienza a cobrar su factura.

Llegué al punto de visitar al médico para análisis de sangre, pero no se me tomó en serio debido a los estigmas en torno a la vida nocturna. El médico me recetó Lorazepam, pero nunca llegué a tomarlo. También me recomendó un psicólogo, pero no seguí esta sugerencia.

Decidí tomar un rumbo diferente y cerré una residencia de verano con una discoteca de Tarifa. Durante esos 5 meses, comprendí la verdadera soledad. Mis amigos dejaron de escribir y la gente olvidó rápidamente. Tenía que lidiar con la soledad y con ser rodeado de personas en la cabina, pero sintiéndome solo.

Regresé a Zaragoza y experimenté el rechazo de algunas salas con las que había trabajado durante años. A pesar de que mi carrera seguía creciendo, los cachés no eran los mismos. Me sentía inseguro, especialmente después de ganar el título de «Mejor DJ de Aragón 2022» en los Premios de la Música Aragonesa. Me generó un orgullo enorme, pero también inseguridades sobre cómo ser percibido por el público. A día de hoy, estoy más relajado y he aprendido a gestionar mejor todo. He aprendido a decir «NO» y, lo más importante, sé que tomar ayuda profesional es esencial. Esta es mi historia, una mezcla de desafíos y momentos maravillosos que me mantienen trabajando en lo que amo.

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