Me llamo Alejandro, y durante mucho tiempo fui DJ, me invitaban a fiestas, conciertos, conocía a chicas… Pero como dicen por ahí, la vida te da sorpresas, y a mí me dio un buen golpe en la espalda.
Todo iba de maravilla hasta que un día, mientras pinchaba, mi espalda decidió que era el momento perfecto para decir basta. Un dolor punzante me dejó seco. Ignoré las señales con drogas y alcohol, pero al final, la realidad me alcanzó: necesitaba una cirugía, mucha rehabilitación y tendría que dejar de pinchar.
Dejar de pinchar fue una patada en los huevos, te lo digo así de claro. Pasé de llenar pistas de baile a llenar formularios. Los días se volvieron una mezcla de dolor físico y emocional, pero en lugar de quedarme lloriqueando, decidí buscar nuevas maneras de mantener viva mi conexión con la música.
La producción se convirtió en mi salvación. Aunque no podía subirme a un escenario, podía seguir creando desde mi rincón de la habitación o postrado en la cama. Aunque no tenía mucha idea de teoría musical pasé toda la rehabilitación leyendo manuales y viendo tutoriales de producción. Mis tracks eran como gritos de frustración, liberando la rabia de no poder estar donde quería. Además me di cuenta de que casi toda la gente de la que me rodeaba era bastante trepa e interesada.
La música se convirtió en una forma de lidiar con mi cabreo y compartir mi experiencia de una manera más cruda y real.
Aunque mis días de DJ en directo quedaron atrás, encontré un nuevo camino en la producción. No es el cuento de hadas que esperaba, pero al menos sigo teniendo algo de música en mi vida, incluso si ahora es más desde las sombras que desde el centro del escenario.